Paulo San Páris

YO SOY NADA /YO SOY TODO /YO SOY TODO/ YO SOY TODO/ YO SOY TODO/ YO SOY TODO/ YO SOY TODO/ YO SOY NADA



Por mí

Azul extremadamente sensato que arde reflejo de los ojos al celo del cielo. Te abriré la huella que anuda la hierba crecida en la oxidación marchita de las flores.

Quién toma mis abrazaderas? Cuerpo, descensos y encadenar mi molde en el pie del día. Luego de conseguir los cirios, aunque no me quiera, cuerpo tú quiéreme, no me dejes oxidar agudamente tendida en el aire.

Premiación FondoEditorial Manuel Concha 2009


Ceremonia premiación por el libro Sogol Gaza de Paulo San Páris, ganador del Fondo Editorial Manuel Concha 2009 de la Ilustre Municipalidad de La Serena.
Premio: Edición total del libro con 500 copias.

SOGOL GAZA (libro completo) Paulo San Páris





Sogol
Gaza











Paulo San Páris







Poesía







Primera edición, La Serena, 2009.

Segunda edición, La Serena, 2010.


















© Paulo San Páris


© Editorial Marfil Nuevo, 2009.
Av. Las Amapolas s/n; La Florida, La Serena. Chile

Registro de propiedad intelectual N° 188.233

Edición de carácter particular. Distribución gratuita y única.
Prohibida la reproducción parcial y total de esta obra, sin la autorización de su autor.

Diagramación y portada: particular.

Impreso en La Serena, Chile.

Nota: Esta edición cuenta con 30 ejemplares de distribución gratuita, que han sido puestos en contenedores particulares ornamentados de distinta manera, lo que asegura la exclusividad de cada ejemplar.


A MANERA DE PRÓLOGO.



Sin duda un grito, un grito poético resurge desde un poemario complejo mas no hermético. La circularidad en un escenario que se ve devastado, de cañonazos, de balas y de indiferencia ante los leprosos que caminan junto a nosotros.

El desgarro en versos, eso de que la poesía puede hablar de todo pero a veces no decirlo todo, porque nada está dicho o más bien nada está bien dicho. Sogol Gaza es una búsqueda profética de la muerte, de la sangre desde un lugar donde se inició una parte del mundo. La matanza, la muerte dan paso a la creación de vocablos y contextos que reconocemos pero que los procesadores de texto subrayan: “cuerpan” “vomitante” y otras inflexiones que profundizan el verbo. El escenario, una debacle que se entiende desde el lamento y el relato apocalíptico.

Un poemario a plenitud como éste, presenta rapsodias rítmicas que diafanizan y enriquecen la lectura “La Edad del Eco”, novedosa reiteración acústica. Se vislumbra como en todo canto un Coro, por lo tanto el resto lo maneja un solista que dirige las imágenes de una poesía sin vacilaciones.

No caigamos ante este texto en las tan apreciadas, para algunos, clasificaciones, no es bueno, es mejor leer desde la tribuna a que nos invita su autor desmesurado de imágenes, de ritos, a la manera de una plegaria.

A ratos leyendo este poemario aparece la nariz de Celan a lo mejor de Massis o tal vez de ninguno y cada lector podrá reconocer los perfiles queridos que tutelan la pluma. Pero más allá de todas esas apariciones y más allá de toda imagen, está la prensa, las odiosas fotografías en tiempo real, en los tiempos de una masacre, que no es tuya o mía, pero que es de todos. Y tan real a la vez y tan CNN para más desgracia.

Suena la trompetada de la poesía, se preparan los caballos, los jinetes para embestir con furia en el fin. Es el ejército de Gog y de Magog esos que sacudirán la tierra, pero ya están aquí. La poesía de Paulo San Páris se llena de las profecías de la consumación, no beatifica, no responde ni explica, sólo demuestra con el hábil y punzante verso que es posible describir el horror desde la palabra que se transforma en memoria. Un Cantar de gesta sin gestos, donde otros ponen el ojo y las balas, desde aquí se pone la poesía y eso es un pequeño triunfo al fin.

Paulo San Páris renueva el estilo, fortifica las razones del escribir y seguramente será una voz que nos esté diciendo mucho desde aquí en adelante, con la fuerza profética de su joven letra cuando los apocalipsis y los armagedones sean una nueva semilla para empezar de nuevo.

Javier Milanca
Escritor y poeta






















A los civiles muertos en la Franja de Gaza, mis respetos, mi eterna atención a su sufrimiento y el recuerdo que siempre les tendré.
Este libro es suyo.



















“Nodriza.- (…) Terribles son las decisiones de los soberanos;acostumbrados a obedecer poco y mandar mucho, difícilmentecambian los impulsos de su carácter. Mejor es acostumbrarse avivir en igualdad; (…)”Medea, Eurípides






Invocación:
¡Ahí está la edad de mi verdadero cuerpo!

La llave que embarca el trofeo
Descuartizado de mis aromas está a la orilla de la luz.
Ya no escucho aullar mi nombre.
Hago extensivo los bordes
Porque cualquier río,
corta
Su ventana líquida en un recuerdo
Que me deposita el sonido
De la lengua auxiliar en el agua.











1
Llegué a las fauces del terreno frío
Por las malformaciones de las esquinas.
Los ríos aumentaban su caudal en las cavernas
Donde aún resuenan habitaciones sicópatas.
En sus ronquidos encadenados a las sombras
Reinan los girasoles grisáceos que mis pulmones bautizan en el aire.
Sobre la marcha de la estrella más alta
Até la luz elástica al sonido del fuego
Para que la marea no tartamudeara tropiezo en el sextante.
Cada nudo que rompía la piedra negra,
Donde se enlazan todas las dependencias,
Era un cuerpo frágil que pudría esa luz de fondo.













2
Curva la luz su vibrato descalzo
Cuando desciendo.
Desfallece más su cúbica diadema en la resonancia de su cuerpo.
En escaleras cruzadas,
Marina el camino con su tul sulfúrico.
Los hombres que han perdido su lengua,
instalan el reino de las filas en el nuevo temple de la luna
con los materiales de los ojos perpetuamente gemidos por el polvo.














3
Marinaje sobre el ego de la luna:
El ojo clava su iris en la blancura volcánica de la herida.
No hallen ellas tiza, ni leche,
Si no hambre del cuervo que suicida el velo del nido,
por la sangre negra y portuaria del otro que lo espera.
La caverna donde están amarradas las niñas
Tiene nombre marfilado en un rincón.
De alguno de sus poros
Se desprende un respiro tísico, sobre el cual no pongo nota,
Sino una musiquilla grave, lejana y farólica que me crece.













4
La musiquilla decanta su silencio,
Inmóvil en el asta de sus notas,
Sus pasillos estrechos aclaran las zonas del frío
Por las cuales escupen los leprosos.
La musiquilla ahueca corcheas en los cuescos, sus llaves de sol
Han sido el cuerpo disecado de los museos del fango.
El caldero donde puede brotar la raíz de Junio
Traga el gemir descompaginado de los países huelguistas
Y los reinos de la lengua tendida en la sequedad.































5
Lento.
Lentísimo.
Lentamente.
Se ha hecho la llave de fa en los marfiles
Con las cenizas de los esqueletos,
Mientras los desosados camellos rinden el fruto silencioso de la arena
Y lavan con grasa sus levaduras ahuecadas.
Puedo elevar un dromedario en el suelo del sueño,
Sin embargo estas herraduras hierran los fallos
Con un crujir en el alambrecon un silencio cómico en el paso:
unos reflejos de jardines nervudos.













6
Hay sudores de estatua y estatutos en los olores.




































7
La sequedad del olor huele succionada
Por la erosión de lo líquido.
No sé por qué riel el tizne me dicta colores
Encadenados a mi familia.
No sé por qué el regreso es crear calvario:
Volver a los maderos con los brazos abiertos
Y a los clavos con olor a óxido.
El crujir de los gruesos grilletes violetas traduce el sonido del frío material.






















8

Acá se oscila en un péndulo irritado
Por la sequedad y el sonsonete de sollozos,
Que indagan sobre la puerilidad de las puertas.
Las nubes son cántaros inventados en las rocas…
Las simientes de la heredad son topes de reinos viciados
Donde se esparce el tronco de mis madres
Y sus trajes salpicados por el páramo del beso.

























9

Más allá, más allá, del labio y del beso: la peste de la maleza,
El desequilibrio de crecer con mitra en las raíces.
La fangosa llanura fría que suelta su manto de alambre,
Su lengua ácida, sus maniquís desarmados
Hunde el frío sobre el frío.
Sobre la hora crece la maleza en las sombras de la semilla,
Tuerce el reino los ojos que han forjado como relámpago.
La peste en las raíces convoca al ciego
A gritar por quien gritaría en-soldando esa mudez que ensordece
Mientras cuerpan las hienas.























10
Las goteras de la musiquilla tienen su propio cause astral
Erigen muros, llevando el original aire circuncidado.
Nada estrellaba las letras de aquel marbete.
Desde afuera, desde la boca donde se ingiere veneno,
El pasillo del eco levanta esa placa de mármol.
El desfiladero rítmico del zapateo en la nausea
El agua que corre por las orillas:
Cuanto miren mis manos las nucas, el cause desviado no proceda.
Coro:
“Pueblo de música:
Las letanías de David y Salomón nos llaman.
El oriente, occidentey sus cortes,
Levantan el grano seco de nuestros rostros:
Las mieses perpetuas serán criadas
en honor de los hijos de la gran piedra .”






















11

Los harapos del silencio
Cuelan sonido seco en Palestina y el faro magallánico,
Las terminaciones del corazón derivan sus caídas blandas
cuando se inmaterializa la palabra y domina lo oscuro de la luz sepulcral.
El algodón verde terminado de la tierra
Adormece estas grietas cardiacas donde se elevan las marchas frías
y los tablones del éxtasis mutilado.
Por el vulgar desarrollo de la luz
Los niños adelantan su paso, su caja resonadora del desquite
y el despido que este río encausa.























12

Desde esta orilla,
El grito se acumula en rincones sordos
Frutos de la luz disipada del cruce, el cause y el olvido.
El pulso se escribe lento, sus dones y la simiente del sonido rojo
Cargan la cruz de sangre y las espinas cruzadas que
doblan a las flores de Galilea.
Desde la otra orilla,
El cemento es eterno, el manzano es germinable
Y la voz de las cavernas lanza su esqueleto profundo,
Por las fauces y los causes que reflejan el invisible arcoíris grisáceo.
No vivo yo en mí, si no las cavernas y el arrojo de su grito trazado…
























13
Cruzo con la espera de los reyes
Y la heredad del arcoíris por las treguas.
La gruesa réplica cae
Innombrada
En la caverna que tecela el cielo encorvado,
Donde se inclina el desecho de la pena
Y la cóncava soledad de un espejo
Del que se extrae oscuridad y negligencia
Cuando caen las cenizas.


























14
Están pegadas las manos y los ojos a esa punta fresca,
A ese rocío, a esa piedra mojada por donde baja el sudor pétreo.
¿Pensar en el roce de los clandestinos romanceso bien en las rodillas de las madres carbonizadas?
Quién corona la burla en el dolorMendiga la sentencia de la carne.


























15
El pozo de la carne y los adioses
Hincan el camino y la marcha de los perdedores
Para dar el paso de retroceso adelantando a las espinas.
En sus espinas con tiza se calca la imagen del pudridero,
Aquel jardín que era estable y ahora: su Corona de Linca infiel.

Mientras el tiempo no sospecha su lanza en el repecho de las piedras,
El rastro puntiagudo nos conduce a la podredumbre del huerto.
La tiza acumula rubor en la dimensión de las orillas,
Desde aquel deslinde la peste del silencio bubónico
Entreteje en este mapa la geografía de otra luna,
Con otros nombres en los pasajes y los versículos,
Pero muy seguro de nuestra frente.
























16

Pendiendo de las sombras
Baja la rosa
Al cuerpo con su visita de fuego,
Hila en escala de grises los descensos visitados,
Bajo entonces
Al lugar donde ninguna hembra choca su sexo
Al lugar donde se lloran los hijos negros,
El lugar donde ninguna puta
Revuelve los puñados ni las simientes de los muros de piedra.
Bajo al azulejo
A la piedra negra que de repente hunde la noche,
Repartiendo la maleza en la explanada.



























17

Porque se entrega el cuerpo del hijo circundado
En el borde del río a la garganta del fauno
Y se idiomatizan los lirios en ninfas armadas.
Porque se perfora el aire en la separación y en su entrega.
Porque la sed invade ácida las gargantas de las madres,
Es que se derriten los envoltorios de la virgen
En frascos sulfurados de pena
Contra el único misil idiota:
Llamo al nombre del niño con los ojos cerrados en el barro…



























18
El agua focaliza cuerpos nulos
Llaman crueldad a las grietas del frío.
He bajado hasta ellasPara ondear las voces despeinadas de los hombres.
¡Cuánto chirrian los grilletes y crujen los grillos!
¡Cuánta pobreza hay en las imágenes de las sombras!
¡Cuánta fealdad en el sonido que encaja el fuego en el fuego!

































19
Aquí.
Donde.
No-se-Es-aquí: el umbral.
La luz vuelve elástica en la sombra de su sonido…























20
Hinco en el camino de los perdedores
Para darles el paso que apolilla la madera fresca de los vencedores.




























21

Época de oxígeno. Época de maleza.
Si al cabo las luces trajeran el contagio en tubos de suero.
Época de los dígitos. Época del lodo sobre el cuerpo.



























22

Las nubes suben anudando la pólvora ácida
Con la caída de ese cristal sobre esa sangre.
Los huesos reanudan sus réplicas,
Rielando la luz del pasaje
Y las grietas por donde corren sus hambres rojas,
Recordando la maleza arrastrada de la pena y el ahogo azul.






























23

La voz de lo azul, ese círculo temblante donde se vuelve al ojo.
Y el grito violeta, la parálisis de la voz azul frente a su cornucopia doblada:
Ambos dones del silencio otorgan el dominio completo de la casa.
La casa ya no existe. Ha desaparecido por completo con el hierro de las caídas,
El lecho nupcial de los nigromantes del palacio yace vago, inmóvil,
Perpetuo en su huída disecada.
Acá, padre, yerran los finales de tierra y luz,
No se oye al átomo, pues ha sido engendrado en nuestro oído,
Mientras mirábamos lo oscuro de tu rostro.





























24
En el rostro del padre, del hijo y de los maderos cruzados
El silabario del pueblo agripa el cuerpo con una lengua de trinchera,
Magra la carne, compone acentos que se sueltan de las vocales.
Declinan las zonas de interjecciones con un polvo y una materia inmoderada.
Desde las orillas se habla en gris perpetuo:
El nuevo lenguaje es el Eco de los ángeles,
Nadie entiende el arcoíris, nadie conoce la siniestra.
Todos hablan invirtiendo la letra en el sonido profundo de ese río equidistante.
El brillo es una estrategia dialectal para nosotros y el camino de las retamas.

























25

No corono a los hermosos.
Por el pecho de nuestros dígitos muertos
He abandonado los flequillos de los huraños.
La conducta se vuelve líquida,
Cuentan horas los gritos en las manos de las grietas,
Su caída en la planta inferior de mi ojo
Adormece la piedad.
Tengo los ojos en las manos, tallando las venas de la tierra
Porque los hermosos han hecho la fábrica de Dios.




























26

Sollozo la hoja.
No doblo máquina en la fábrica sin aceitar la letra actual.
En la venganza al cuerpo,
la inocencia afila mis hembras;
Guardo su vacío en un canto primogénito,
Agudo me toqué entre sus entrañas enfermas;
Les besé el oxígeno un sábado lastrado de fondo rojo.
Las marcas contraían el eco de las granadas
Amarradas a la soledad de las camisas de fuerza
Recogían el martirio en los girasoles nocturnos
Desnudas por los gritos que brotaban desde un ajedrez bandido.



























27

Ningún juego, asegura la perdida del dolor.
La carne ha estado roja en la carne
Su transición perpetua eleva el muro,mientras se acumulan cuerpos en los cerros.
Tropas en un auxilio bajan descorchando la ceguera
Que ha de habitar lo inhabitado.

































28

Las habitaciones son nuevas, tienen su cuerpo diseñado en clave
Las grietas acomodan las esperas en la caverna.
Hemos construido la casa de arena con los gritos del desierto
Hemos tenido las horas disecadas por horas.
La época de barro avanza con un eco que golpea mi frente.
Los hijos, nuestros hijos, soplan las flores de papel
Para herirnos el olvido.



























29

Este diciembre baja con memoria oxigenada.
En nuestras manos
La dulzura envenena templos
Fallecidos hace una sombra de distancia.
Los gallos de Kipling se elevaron en los muros
Arrastrando un sonido:
The dark piece falls down to return in the blood
Y el eco era un espacio que se apegaba a sus brazos.



























30

Acá comienza La Edad del Eco.























31

Trazo la violencia de la grieta que se debe cruzar zar.
Un farol indica los muros
Que contienen mis futuras ruinas.
A sus pies Elevo tierra en el cuerpo erpo.
Clavado ado
por su sombra ombra
Si lavatorios para sus venas desflecadas cadas,
Si cruces uces
rodantante. ante.
Si el verbo lugar
Para mantener la muerte alzada zada.
Cruzo esta obsesiva virginidad de la llanura
Con el mendrugo ugo
de luz Que encuadra nuestra espera era
y el final Donde se doblan las espigas igas
en las piedras.



















32

Aún el cuidado tibio del compás sobre la escuadra
No basta para suturar a los iniciados.
Si se avanza, nos contagiamos nubes,
Si se retrocede, nos lavamos las espaldas.
Desde cualquier quietud
La escarcha monta su espacio con un veneno ágil.
Aún los cuidados del fraile,
Aún las frías goteras orilladas de la infancia
No permitirán que ese islote tenga el mismo aroma de huerfanía.
La tierra que está desde el otro lado
Se ve victoriosa y alegre como una ciudad sin luna
Como un escuadrón que plañe su oído a tierra
Cuando se decantan las sombras de los gentiles en el paisaje.























33

Sobre los oídos bajala carne de lunanueva.
El equinoccio ha sido predecido sobre la fecha de los padres.
Acá las flores curvan en el arco del hambre,
La palabra varón es fornicada en cada grupo vomitante
En la cabina de elección un deprimente sol vomita su Real nombre
Se ahueca el espacio del luto,
y en el reporte del vino el rock celebra a los muertos.
y esto es lo que queda:
Las sombras no invaden, invadimos sombras
Nuestros cantos ceremoniales de la tristeza y el frío
Han militado en las tenencias de un litúrgico amor falso.

























34

Volver a la caverna
a erigir los días.
Volver al eco que circula pegajoso
Tensar y reflorece la maleza crecida en la amargura
La otra tierra tiene nombre hechizados con alambres de púa,
Nadie ríe si no tiene una doble sombra.
El recuerdo en el grillete
Incona la imagen castigada en el lóbulo:
Permíteme firmarte en el cuerpo un número de desprecio
Con número previsor y tu temeroso nombre,
Pues no has rebautizado el suelo.



























35

Sangrario en las alturas,
En las cinco de la tarde. Sangrar en la atadura del tiempo.
Tal vez, cinco de la tarde.
Encontré los dedos del regreso
Al final del túnel, por la rabiosa aureola que nos brindarán.
No velemos a los agrimensores que violaron una grieta sobre la costilla,
la tropa atmosférica que tensó la caída con un nudo marginal de agua.
La lengua hablará en su pasillo de pasado
Invadiendo el acento de honra bélica
que lamentará su polvo sedentario.
























36

Los ecos no han fabricado nuestros olivos,
nosotros los plantamos.
El lugar destila voces.
Antiguas papillas caen aún con guisos de garganta.
Sin ser estatua,
Hemos ensartado en el mármol frío su corazón,
El lugar donde los niños comen llorando
Ha terminado por entregarse a los nudillos del desprecio.
Sello la hora en los ojos libres
En la tierra firmada con el pacto de lo verde
Con los pasos de los niños que incendian el antiguo luto.















37

Bajabaja, en la carne temperada
con un diseño casi programado en la sombra.
Sobre la edad del irisEn los ojos de los niños,
He extendido el sarmientoDel nuevo barco,
Donde comienza la nueva placa de los últimos mármoles
El hotel-nube me espera.












38

Asciendo en torre cruz de humo.
Loco en el verbo y en el continuo presente.
Casualidad haber encontrado mis tallos marchitos.
Me informo como cae la sangre
En la nueva sangre.
El eco está lejano al cuerpo.
Esta es mi última bomba: quiero regir la cadena,
Estar en la cáscara del hombre por las franjas y los guetos.












39

Las lagunas de las franjas van por adentro de la balas
Llevando un temblor que baja
En búsqueda de mi nuevo barco;
Por donde descenderé en luna creciente
Alumbrando el agua con el tiempo de luz.
Rijo sobre la popa el acento del despido
La huerfanía,La réplica caída,
A ambos lados
Se construye la distancia aislada y borrosa
Sobre las aguas ya desérticas:
No quiero decir olvido!
No quiero decirme los olvidos!
Arrojo el polvo al grito de la noche cerrada.
No hay calles, no hay desiertos, no hay dromedarios ni camellos
Sino sólo cruces de campanas sobre las arenas
Que momifican el vacío.
Helas allí
Marcando las puntillas del nuevo camino
Que se debe abandonar.








40


Menguante en la luna respirada.

Cinco de la tarde.
Guío en la tectónica del frío.
Cedo vuelo en caverna.
Muerdo el arcoíris que invento.
Estoy.
Firmo en el metal mi nombre de vacío: Sogol.
Escribo las noticias antiguas.
Avanzo en llamas con dos monedas en los ojos.
Se aproxima mi canto final.Se hunde la roca madre.
Me tiendo en las vestales.

Cinco y tarde de avance.
Fruto amarillo caníbal porque escribo en noticias antiguas.
Me entrego al delirio en el Padre.











Final:
(SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO)
(SILENCIO) (SILENCIO) (SILENCIO)
(SILENCIO) (SILENCIO)
(SILENCIO)(SILENCIO)
(SILENCIO)



Cause de la huerfanía.
Jordán sin nombre pulmonado.
Marcapasos de las provincias nuevasç
QueDerriten el polvo y la grieta de la madera en el olivo
A la espera del nuevo Sogol.








Epílogo


















Canto de los Absolutos




aquí me detengo
en la línea que parirá mi cuerpo absoluto
criándome hueco el silencio: espacio y espacio en los nombres.
Por los iniciados, tallados en la finitud de la huerfanía:
subo
con el carro de sangre en mi cincel,
subo
por los dígitos de nuestros muertos
me elevo conversando con una cruz negra en mi frente
y pueden oler su podredumbre,
pueden oler mi podredumbre.

Cantó por la piedra y su humedad distante
En mi cuerpo tendía un diapasón de algas.
El templo se erigió desde los polvillos
Huecos de la caverna.
Traje challa de sombra con mano clara,
Desdoblé porcentajes cuando ardí en las hojas
A tumbos
Desnudé los tallos que se doblaban
Y sané el sonido en los márgenes de la boca.



Hundía ese ojo de réplica con el odio de Caín,
atrás del canto un vocablo me espera
para que me eructen todos los reyes de este huerto,
esta cena que se dobla podrida por todos los ojos de vómito:
¡Salud por mi muerte!






Sogol, nombre escrito en el mármol con el hueso de un niño
Atraviesa la ventana líquida del otro crepúsculo que oscurece...

De lo Obsceno

No loar mis ojos en el polvo.
No loar las curvas eternas de mí vacio.
No loar la descendecia imperfecta
en la anorexia del espacio.
No loar mi Pizarnik esqueleto
en jarro de clavícula.
No loar la toalla ahorcada de niña.
No loar la curva sepulta de mi virginidad
sostenida en el cantar atado.
No loar oxígenos de nombres ve(ne)nosos.
No liarme en la frente austral
sin colgarme antes de esta hija mía.
No loar los tornillos, ni las argollas
ni el origen de la resina en la madera.
No loar las escobas: el embutido final
de mano saliente de la mano.
No loar correr en velo sacudido
bajo la frontera de mi carne.
No loar el útimo andén del frío.
No loar colgar los tacones en calle
hinchada de ventaja androcéntrica
frente a los palacios y catedrales.
No loar distancias invisibles
en los bosques y parques.
No loar confundir mi querer de nube en nube
por los acentos graves y las espaldas anchas.
No loar liarme sin el borde
de los pulsos que podré descender.


Buenos Aires, 25 de enero 2009.


Paulo San Páris